Mi confrontación con la docencia
El presente trabajo está sustentado en la reflexión realizada en el primer módulo de la especialidad, en donde abordo situación y experiencias vividas que la labor docente me ha otorgado, la cual, he reescrito e incorporado aspectos importantes, fruto de haber releído la lectura “La aventura de ser maestro” de José Manuel Esteve, y las experiencias, comentarios y vivencias que muy amablemente han compartido compañeros maestros de la especialidad.
Ahora les comparto muy gratamente mi reflexión.
Hace unos años cuando todavía estudiaba la carrera de Lic. En informática en la universidad, en el proceso de encontrar un lugar donde hacer mi servicio social, me acerque a CECYTEM plantel Ixtapaluca II, que se encontraba muy cerca de mí de residencia, y en el cual me aceptaron. Así fue como ingrese primero como prestadora de servicio social, al término de éste, me ofrecieron el puesto de jefe de sala de cómputo. Tiempo después me gradué y titule.
Al paso del tiempo mi experiencia en esta área me llevo a tener contacto con alumnos de la especialidad de informática con quienes tuve la oportunidad de compartir e intercambiar conocimientos del área, gracias a esto comencé a ver las bondades de la docencia, el compartir con los muchachos tus conocimientos y el que ellos los aprendan y los practiquen, estos factores fueron el detonador que me motivó para solicitarle al director horas clase de la especialidad de Informática, al principio comencé con pocas horas, después me fueron asignando más grupos, y más tarde ya estaba dando clase en dos planteles, ahora me siento muy orgullosa de trabajar con jóvenes de nivel medio superior, gracias a mi especialidad pude manejar los contenidos temáticos, aunque me he dado cuenta que por mi poca experiencia en los aspectos psicopedagógicos necesarios para un buen desempeño en la docencia, me he enfrentado constantemente a grandes retos y problemas, que como bien en la lectura: “La aventura de ser maestro” el autor comenta “En un principio a los profesores novatos nadie nos enseña a ser profesores y tenemos que aprenderlo nosotros mismos por ensayo y error”, un ejemplo de ello es el miedo y la preocupación de no darme entender, de no lograr los objetivos que me he planteado para cubrir los requerimientos de una educación integral y de basarme solamente en el aspecto técnico, sin embargo concuerdo con el hecho de que la escuela es un sitio donde vamos a aprender, donde compartimos el tiempo, el espacio y el afecto con los demás; donde siempre habrá alguien para sorprenderte, para emocionarte, para divertirte, para mejorar.
A pesar de mis carencias psicopedagógicas, curiosamente se me abrió un mundo de oportunidades para crecer, desarrollarme y evolucionar, profesional y laboralmente. En lo personal, dichas carencias lejos de alejarme de mi perfil profesional, la docencia me ha permitido encontrar más que decepciones, bendiciones personales.
El ser profesora de nivel medio superior e impartir clase en la especialidad de informática, no solo me ha dejado motivos de insatisfacción, debido a que además, me ha traído muchas recompensas y satisfacciones; desde el primer semestre que impartía clase, tuve la fortuna de conocer a personitas muy especiales que me motivaron a seguir preparándome, también he contado con el apoyo de compañeros de trabajo, los cuales me han ayudado o comprender la importancia y la calidez del proceso de enseñanza, no obstante, procuro, constantemente a través de la capacitación y cursos de actualización, cubrir esas carencias, para entender, para aplicar y desarrollar las acciones que la sociedad y la educación encomiendan al profesor, de la misma forma, me ha permitido poder desarrollarme con mayor presteza en las competencias que el ser docente demanda.
Ya para concluir mi lectura, en concordia con mis compañeros, y a la reflexión que me deja la lectura, la función actual del docente debe dejar de ser como aquella tradicional en la que el respeto y la admiración se ganaban por la cantidad de poder que el profesor tenía sobre un grupo; debe ser la de un aprendiz constante de sus propios errores y un practicante aún más aguerrido de sus aciertos. De invitar a otros e invitarse a él mismo a que cada día potencialice sus cualidades y corrijan sus defectos, esto quizá debe empezar no como docente sino como ser humano como bien lo asevera José Manuel Esteve, “El profesor debe ser maestro de humanidad”, para después poder enfrentarse al rol docente que se toma diariamente. El profesor debe ser una persona que tenga la vocación de enseñar y no de ser egoísta, para así poder dedicarse por completo a los otros y dejar que le extraigan hasta la última gota de conocimiento (experiencias profesionales y personales), ser accesible a esos llamados de aprendizaje en ambas direcciones. La labor del maestro debe ser, engrandecida, siempre y cuando nosotros nos engrandezcamos ante los ojos de una sociedad que necesita de alguien que los guíe para aprender de la vida y que los escuche cuando tropiecen; de que las instituciones también se humanicen y vean la mancuerna docente – alumno, no como materia prima que produce cifras o ganancias (escuelas privadas), sino como seres humanos. Ese será el momento en que el alumno, docente e institución dejen de ofenderse y de ser indiferentes unos con otros.